Se fue Moisés, José. Nos dejó abandonados en la tierra prometida tan pronto como nos libró de las cadenas que nos ataron durante más de 100 años. Unos esclavos de los egipcios, otros mártires de nosotros mismos; los judíos y los barcelonistas estamos condenados a pasarla mal, y aquel que ose abrir los mares para hacernos felices pagará su atrevimiento con el exilio.
“Es de dementes comparar a Moisés con Pep”, refutarás al instante. Y no me resta más que darte la razón José: solo uno de los dos profetas cuenta con constancia arqueológica que certifique su andanza por el mundo. Aún si damos por buena su existencia, ha trascendido que Moisés era bilingüemente tartamudo, mientras Josep ora como Demóstenes en el idioma que haga falta. Moisés es un profeta avalado por judaísmo, cristianismo e islamismo; mientras lo del Guardiolismo rebasa razón y fe.
Cuatro años en el Barça te dejan más fundido que 40 en el desierto. Guardiola, como Moisés, se hizo a un lado tan pronto como cumplió el éxodo que se le encomendó. Cuando Moisés se quedó en la frontera del desierto tenía 120 años: muy viejo y a demasiadas leguas como para irse a guiar a las tribus celtas que nomadeaban Baviera.
Los judíos del siglo XIII antes de la era común y los culés del día uno después de Guardiola lanzamos idénticas plegarias al cielo: ¿Y ahora qué hacemos con tanta felicidad? Los hebreos de la época no tuvieron la tentación que se nos ofrece a los culés de hoy. Sin embargo acosar al profeta en su sendero sería limosnear una perfección que no nos pertenece.
Se me agota la lírica sacrílega y el espacio de este pedacito de periódico para responder a tu pregunta de ayer, admirado hermanastro. Martino lo hará tan bien como pueda, mejor incluso que Josué. Pero ser más que un profeta transitorio escapa a su responsabilidad histórica. Un pastor del medio campo lo suficientemente hábil y pequeño para vencer a once Goliats se convertirá algún día no muy lejano en el Rey Xavid. Pronto un inédito libro del Nuevo Testamento blaugrana relatará sus hazañas sentado en el trono. Hay vida después de Moisés.