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Vivir

¿Qué hacer en Navidad? ¿Qué carrera estudiar? ¿Cuánto dinero hace falta juntar? ¿A qué edad te piensas casar?¿En qué año te vas a retirar? ¿A qué maldita hora te irás a estrenar?

¿Cuánto falta para el Mundial? ¿Por qué me siento tan mal? ¿Cómo es mi chica ideal? Haces presupuestos, trazas proyectos, cambias de retos, calculas riesgos. Nos confundimos, nos estresamos, nos quejamos. Tememos, dudamos, sospechamos, juzgamos, reprochamos. Le damos mil vueltas a asuntos por demás triviales, nos rompemos la cabeza por estúpidas cuestiones materiales. Y en medio del trajín de este simulacro al que llamamos vida nos acordamos de todo, menos de vivir.  

Nos pasamos los días repasando pendientes, aplazando lo aplazable, escapando de nadie. Nos creemos libres, ni la gravedad está a salvo de nuestra rebeldía. Pero sin importar cuánto nos movamos, todos seguimos bien atados. Frágiles esclavos del impasible amo Tiempo.

Perder a un hijo debería estar prohibido por las leyes de la naturaleza. Morir a los 41 años y no decir adiós. Miguel Calero el futbolista, ganó todo lo ganable. Tuvo una carrera plena en la que no se guardó nada. ¿Cuántas cosas habrá dejado inconclusas el ser humano? Propósitos estancados, perdones congelados, te quieros reprimidos. Todo reservado para después. Ese traidor que nunca llegó.  

¿Qué tal si de repente nos diera una trombosis? ¿Estamos preparados? ¿Y si dejáramos de perder el tiempo por si las dudas? ¿Y si mejor empezamos a facilitarnos la vida los unos a los otros: a amar y ser amables?

Calero no partió sin antes colaborar directamente en los históricos tres penales fallados por Martín Palermo. No se fue sin escribir hasta el punto final de los años dorados del Club Pachuca. Metió goles de último segundo tantas veces como le vino en gana. Ni siquiera se aguantó el gusto de maltratarnos la retina con grotescos uniformes de abejita, mismos que ahora echamos de menos. 

Falleció mucho antes de tiempo, sí. Pero vivió más que la mayoría de quienes mueren de viejos. No por ganar una decena de títulos, ni por salvar un millar de goles. No por ser el mejor, sino por hacer mejores a aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlo.  Eso es vivir.