Al grande se le teme. Puede andar en horas bajas, incluso en segunda división pero nunca se le pierde el respeto. Y Chivas, con ese nombre de guerra, ese presidente, esos jugadores y ese técnico apenas puede amedrentar a nadie.
Tres títulos en los últimos 60 campeonatos de Liga. Ni una sola Copa México en las vitrinas. Sin títulos de Concacaf en 50 años. Cero Libertadores, cero Sudamericanas. Si el Guadalajara es grande no será por sus títulos. Aunque 11 ligas no estén mal, sólo en esta tierra de ciegos alcanzan para ser el más ganador.
Chivas no es un equipo grande, sino un club diferente. Diferente sin llegar a único, porque El Nacional de Ecuador o el Athletic de Bilbao comparten ideologías similares. Filosofías que coquetean en los límites de la discriminación y la xenofobia.
Jugar con puros mexicanos no te hace grande, sólo popular. Y tratándose de nuestro país, casi populachero. Es además la coartada perfecta: “pobres chivitas, no pueden contratar extranjeros…” y entonces sus fracasos nunca serán tan divertidos como los del América, ni siquiera como los de Cruz Azul.
En efecto, se trata del equipo que cuenta con mayor número de aficionados. Ahora bien, la mayoría de ciudadanos a los que el futbol les da más o menos igual dicen apoyar al Guadalajara. Suelen ser aficionados más artificiales que el pasto del desolado Omnilife. De esos que se reúnen en un bar con la excusa de ver el partido y que una vez en la pachanga, sólo voltean a festejar o a lamentarse cuando los alaridos del narrador advierten que es momento de soltar la chela y atender al televisor . De hecho, si suprimiéramos a todos aquellos que se confiesan “chivistas”, o que afirman irle “al Chivas”, nos quedaríamos con la mitad. Y esa mitad que de verdad siente los colores del Guadalajara lo sabe.
Admiro, eso sí, a un equipo que invierte decididamente en sus fuerzas básicas, que antes de fracasar este año en Libertadores se había cansado de dignificar en Sudamérica el nivel y la competitividad del futbolista mexicano. Pero de eso a considerarlo grande, hay dos pueblos de camino. Lo único grande que tiene Chivas son las once letras del nombre. Por lo demás, el Guadalajara apenas puede presumir de ser el club menos chico de México.