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A la Champions se le olvidó el inglés

Surca los siete mares, deambula por los comercios de Baréin a Beirut ofreciendo oro, petróleo y diamantes. Pero no hay manera. El Manchester City no encuentra quien le venda dignidad, ese intangible que tanto le urge estrenar en noches europeas. Hace poco más de un lustro los árabes convirtieron al mediocre City en uno de los cinco equipos más pudientes del orbe. Cien millones de Euros anuales de inversión sostenida en materia de fichajes no han evitado que año sí y año también, a su equipo le salga el cobre que lleva bajo las capas de pintura. 

«Eres como un tigre sin dientes…» Sabia analogía, inspiración del maestro Kira: aquel deprimente borrachín con pinta de pordiosero que entrenaba a Steve Hyuga, antagonista de Oliver Atom en Supercampeones. No hay frase que ajusticie mejor al Arsenal de la última década. Si antes podía escudarse en la necesidad de empeñar cada año a su mejor futbolista (Henry, Cesc, van Persie…) para pagar la hipoteca de su estadio, en temporadas recientes los Gunners no han escatimado en comprarse estrellas de rock como Özil o Alexis para volver a la fama. Hasta hoy podía echarle la culpa al burlón destino para justificar sus tradicionales fracasos de marzo: encontrarse con sus ogros Bayern y Barcelona a cada sorteo. Ahora que el Arsenal se dejó desnudar en casa por lo que queda del desmantelado Monaco, ya no quedan más excusas en la bodega.

Tras años de abandono el Liverpool se presentó en la Champions con la ilusión de que la orejona se rindiera a sus pies como si nada hubiera pasado. En cambio, desde la fase de grupos el Basel lo echó a patadas con todo y mística. 

En tanto el Manchester United no está, ni se le espera. Una vez más los clubes de la Premier League vuelven a extraviarse muy pronto en el camino que este año conduce a Berlín. Serán los más ricos y los mejor organizados, pero lejos de su isla y burbuja, hace tiempo que el Chelsea es el único que le entra a los madrazos.