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Al Barça no le queda nada

«Tienen algo único, Fernando: ganan por competitivos como nadie. El día más horroroso, la tarde que juegan a cualquier cosa menos al futbol, ganan y a casa. Dicen: ‘hoy toca ganar’ y ganan». 

La reflexión, mezcla de rabia y admiración, es autoría de Josep Guardiola. Las prominentes orejas de Fernando Hierro fueron receptoras de esta verdad absoluta en 2004. Guardiola y Hierro no charlaban acerca de sus clubes pasajeros, Al Rayyan y Al-Ahli, sino de sus equipos del alma.

Muchas cosas ocurrieron desde entonces: FC Barcelona ganó cuatro Copas de Europa y Real Madrid, la mitad. El Barcelona venció en ocho ligas, el Madrid va camino a la mitad. Barça ganó cuatro Copas del Rey y Madrid la mitad. 

La llegada de Guardiola a la dirección técnica del Barcelona significó la sublimación de un estilo propio, capaz de sincronizar futbol gourmet con títulos y un 70% de canteranos en el campo. Real Madrid siguió siendo el mismo.

La salida de Guardiola causó un fugaz declive estético y deportivo, compendiado en el 0-7 sufrido ante el Bayern Munich. Las llegadas de Neymar, Luis Suárez y Luis Enrique recuperaron de inmediato el terreno perdido. Real Madrid siguió siendo el mismo.

Poco a poco el Barcelona dejó de mimar el balón, pero ganaba. Paso a paso se le fueron los símbolos de la cantera, pero ganaba. Paulatinamente se vendió cual cortesana al dinero de Qatar, pero ganaba. Escándalo tras escándalo renunció a sus cacareados valores, pero ganaba. 

Real Madrid siguió siendo el mismo, aunque había dejado de ser único. Ahora el Barça era igualmente competitivo. El día más horroroso, la tarde en que jugaban a cualquier cosa menos al futbol, también ganaban y a casa. Decían: «hoy toca ganar» y ganaban.

Entonces el Barça perdió. Y feo. No le quedó la Masía, ni el estilo, ni los valores que antes mitigaban sus derrotas. Ni siquiera la bestialidad de títulos apilados durante una epopéyica docena de años sirve ahora de consuelo, pues no importa cuántas veces gane: en eso Real Madrid le da dos vueltas. 

Cuando el Madrid pierde, siempre puede refugiarse en sus vitrinas infinitas para curar sus penas. El Barça renunció a todo para ser como el Madrid y lo consiguió. Ahora pierde menos, pero cuando pierde… lo pierde todo.