La guerra que libramos contra el tiempo es la circunstancia más democrática que encaramos en nuestra mundología. Todos parejos, acabaremos perdiendo contra él. La ventaja de envejecer es que no lo hacemos solos: el flaco puede reírse del gordo, el poderoso abusar del vulnerable, el futbolista profesional mirar al resto de la humanidad por encima del hombro y al final, todos somos igual de frágiles ante el enemigo común que relativiza el atractivo, la educación y el poder adquisitivo que nos segregan.
Algunos ganan kilos, otros pierden pelo; pero cuando viejos conocidos se reúnen, lo hacen bajo el alivio de una certeza que envuelve a todos en un manto protector: el consuelo de que nadie ha cumplido menos años que el resto.
Hay quienes envejecen mejor, eso sí. Miren a Tony Kroos, a Karim Benzema y a Luka Modric. Ahí estaban en 2014 y aquí siguen en 2023. Sin dejar de ganar. Sin parar de ser ultra dominantes. Sin descuidar la responsabilidad de velar por el éxito europeo del Real Madrid.
A mediados de 2014, la noche en que se consumó el sueño de la doce años aplazada Décima, Ángel di María parecía insustituible; luego con la evidencia de los récords históricos sobre la mesa pudo determinarse que era Cristiano Ronaldo el verdaderamente indispensable; después se concluyó que Sergio Ramos y Raphael Varane eran los auténticos irremplazables y no había mejor prueba que los éxitos acumulados durante sus años de servicio. Todos se fueron, pero permaneció Casemiro: el verdadero compresor que impedía que un equipo sometido a semejante presión diaria saltara por los cielos. Y cuando el brasileño se fue, Tony, Karim y Luka seguían ahí, disputando una semifinal más de la Champions League: hazaña convertida en rutina anual para todos ellos.
Pero hasta ellos se irán. Pronto. Y antes de perder a los últimos remanentes del reparto que estuvo siempre ahí (Benzema llegó en 2009, Modric en 2012 y Kroos en 2014), el club está obligado a presentar nuevos referentes que afiancen los cimientos de la última columna que ha sostenido el peso de su propio éxito, integrada por Thibaut Courtois, Eder Militao, Federico Valverde, Vinicius Júnior y los canteranos Nacho y Carvajal.
Desde la partida de Gonzalo Higuaín en la prehistoria del Madrid, Florentino Pérez ha sido negligente en desatender la necesidad de un centro delantero que cubra con garantías las reumas, resfriados y lesiones de Benzema. En la última década se dejó llevar por la corriente cuando trajo por seis meses a Javier Hernández, repatrió a sus exitosos canteranos Álvaro Morata y Mariano Díaz e incluso fichó al, ahora es fácil olvidarlo, 9 de moda en la Europa de 2019: pagó 63 millones de Euros por Luka Jovic y, tres goles de rendimiento después diluidos en el mismo número de años, se resignó a no recuperar un centavo de la inversión cuando prefirió regalárselo a la Fiorentina con tal de romper su contrato.
Los fichajes de Luka Jovic y Eden Hazard han sido sus únicos derroches en esta última década: triunfal en lo deportivo y gloriosa en lo económico. El Real Madrid post José Mourinho es el equipo mejor mantenido de la historia. No es el más ganador, aunque cerca está; ni el más vistoso ni el más regular. Es, con pocas alternativas que inviten al debate, el plantel de futbolistas más rentable jamás visto en función inversión vs rédito.
Desde el mercado de transferencias puesto en marcha para consolidar las aspiraciones del equipo en la temporada 2013-2014 hasta la fecha, el Real Madrid ha gastado 1,100 millones de Euros en refuerzos e ingresado a cambio 975 millones por vender a los futbolistas que ha descartado. La inversión neta pues para ganar cinco Champions Leagues y permanecer omnipresente en semifinales ha sido de 125 millones de Euros a lo largo de 10 años. Estas cifras colocan al Real Madrid como el club número 39 del mundo que más ha invertido en mejorar su plantel durante la última década, debajo de instituciones como el Dinamo Moscú que no ha estado ni cerca de ganar algo en Rusia, del Southampton que está a punto de descender en la Premier League y del Parma que hace rato está en la Serie B italiana.
Ahora que si hablamos de los verdaderos rivales del Madrid, el Milan ha invertido más del cuádruple (su balance de compra-venta de futbolistas es de -533 millones de Euros), el Barcelona se ha gastado el quíntuple (629 millones), sus “clientes frecuentes” Chelsea y PSG han desembolsado más de 800 millones de Euros netos en este periodo (el séptuple que el Real Madrid), Manchester City el óctuple (ha gastado casi mil millones más de lo que ha ingresado) y el Manchester United casi el décuplo (1,181 millones). ¿Cuál ha sido el rendimiento que ha ofrecido el dinero de estos equipos en materia de éxitos deportivos? Algunos han ganado poco, sobre todo a nivel continental; el resto, mucho menos.
El Real Madrid pudo y quiso gastar 200 millones de Euros en Kylian Mbappe, aún cuando a la figura del PSG y máximo candidato a mejor jugador del mundo en los próximos años, le quedaba una sola temporada de contrato en la capital francesa. En otros tiempos, Mbappe ya hubiera llegado al Madrid como hicieron antes Figo, Zidane, Beckham, Ronaldo, Owen, Kaká, Cristiano y Bale. El del francés sería un fichaje nostálgico que nos devolvería al hollywoodense Real Madrid de aquel pasado cada vez menos reciente.
Pero el Madrid ya no puede ser el depredador del mercado de aquellos tiempos. La génesis de los clubes-Estado ha relativizado la monstruosa dimensión económica del equipo español, que se ha adaptado a esa nueva realidad y sin darse cuenta, casi por accidente, sus nuevas restricciones le han hecho más poderoso que siempre a la hora de pesar títulos, más que de contarlos.
Jude Bellingham es una apuesta cara, pero más compatible que la de Mbappe con este retrato del Real Madrid contemporáneo. El chico transmite grandeza en cada movimiento, liderazgo innato en cada gesto, destreza en cada ejecución y agilidad para eludir cada reto. Todo esto es detectable a primera vista tan pronto como un partido suyo se pone ante tus ojos. Porque los partidos, por lo general, son suyos.
El valor de Bellingham está en las reservas de tiempo que atesora. No hay un jugador cuyas coordenadas juventud-experiencia sean tan elevadas. Sumará con el de la próxima jornada en la Bundesliga 200 partidos oficiales como profesional, la inmensa mayoría de titular. Tiene 19 años. Esto supone que el mediocampista inglés ya lleva en sus piernas muchas horas de la especialización indispensable para todos los fuera de serie y que, a la vez, le quedan muchos años para aprender, desarrollarse y dominar el juego.
Nadie está menos lejos de Kroos y Modric. Cualquier precio que no lo convierta en el más caro de todos los tiempos, lo hará una ganga más para ese avezado comprador llamado Real Madrid.
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