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Desde que el dinero es azul

Vuelvo. Ya veremos por cuánto tiempo. Dejé de escribir hace exactamente ocho meses y estoy en deuda con muchos equipos y protagonistas que tuvieron el tino de reclamar atención durante mi precioso retiro: Italia, Argentina, Lille, Inter de Milán, Atlético de Madrid, Atlas, Cruz Azul, Lionel Messi, Robert Lewandowski… Pero mi deuda más importante es la que ahora saldo con el Chelsea. No he acumulado tanta sabiduría como debería a través de los años, pero sí la suficiente para saber que nunca hay que deberle nada a gente como Roman Abramovich. 

En Inglaterra hay más equipos de futbol que en cualquier parte del mundo. Tanta pasión, tal densidad de clásicos por metro cuadrado que huelga decir que también es el país con más equipos odiados del planeta. Al Millwall le odian por sus hooligans, pero que el equipo haya sido malo hoy y siempre, ha ayudado para que no sea el más odiado de todos. Para eso está el Leeds United, con una afición tan aborrecida como la del Millwall, pero cuyos éxitos en décadas pasadas lo convirtieron en el equipo menos popular del país. Hasta que empezó a perder y perder, y dejó de ser entretenido odiarlo tanto, tanto. Para eso ya estaba el Manchester United, al que solamente le salvaba su afición: no por buena, sino por más o menos civilizada. 

Los ingleses repartían su odio a estos tres equipos hasta que emergió el Chelsea. Un club históricamente chico como el Millwall y cuya afición también se distinguió siempre por escasez de neuronas. Un equipo que empezó a ganar cosas como en su día el Leeds United, pero que se acostumbró a hacerlo como si fuera el Manchester United. Éste a su vez dejó de ganar y abrió camino a que el Chelsea, que además rankea muy bajo en términos de historia y tradición, se convirtiera inequívocamente en el club más odiado de la isla de acuerdo a todas las encuestas.

Al Chelsea se le odia además de lo anterior por el monumento a la crispación que en su momento construyó José Mourinho en el oeste de Londres y que nadie se ha interesado en demoler. Por las traiciones personales de su ex capitán John Terry. Por el paso fugaz, pero cargado de ácido sulfúrico que regó Diego Costa. Y sobre todo: por Roman Abramovich. En Inglaterra se puede perdonar todo, incluso el éxito. A menos que éste sea comprado con entrega express. Con eso no pueden, va más allá de sus fuerzas.

Ocurre que la vida va rápido y el futbol más. El modelo Chelsea ha sido emulado por Manchester City y PSG, instalados ya entre los cinco o seis clubes todopoderosos de Europa. Newcastle United se ha trazado el mismo camino y antes que nos demos cuenta el Chelsea sin clase ni historia, el Chelsea advenedizo, el Chelsea nuevo rico, se convertirá por descarte en el gigante de mayor tradición entre los supervivientes de la última era. Porque fue el pionero de este modelo. Porque ha encargado una segunda edición corregida y aumentada de su historia. Porque la historia se escribe siempre al gusto de los vencedores.