Se fue de vacaciones. Fiel a su instinto displicente se largó con la seguridad de haberlo dicho todo. Campeón defensor en selecciones mayores, juveniles e infantiles, y encima, de la Copa América; la insultante hegemonía de Brasil en el futbol mundial sólo equivale a la de Armstrong en el Tour, y a la de Schumacher en la Fórmula 1.
Aunque nadie pasa por alto que al ciclista estadounidense sólo le gusta la vuelta francesa, mientras el piloto alemán sería una pizca más vulnerable lejos de su Ferrari. Y por increíble, que el cinco veces Campeón del Mundo se lleva tan bien con la palabra Olimpiada, como Sampras con el apellido Garros.
El futbol pasa casi desapercibido en los Juegos Olímpicos y eso no va con la selección brasileña, mal acostumbrada a ser siempre el centro de atención. Romántico argumento para explicar por qué el campeón mundial sub 20 y sub 17 ni siquiera se calificó a la máxima competencia sub 23. Lo comprobable es que el scratch seguirá huérfano de oro, al menos hasta Beijing 2008. Y no importa con cuánto ahínco lo busquemos: a Atenas no vendrá. Durante la pesquisa, repararemos en que tampoco acude el campeón Camerún. Ni el subcampeón España. Ni, con la excepción que merece Italia, ninguna de las selecciones que alguna vez cataron el oro en la historia del olimpismo. A pesar de ello sólo echaremos de menos a Brasil. Siempre a Brasil.