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El año de las cenicientas

No se trata de un cuento de hadas. Tampoco de una pesadilla: Zagorakis levanta el trofeo Henri Delaunay y Grecia es campeón de Europa luego de vencer al campeón, al favorito y al local. En el camino, ni siquiera requirió de los penales. Le bastaron dos marcaciones personales y un tercer central para aniquilar todo esquema, sin dar paso a héroe alguno capaz de poner las cosas en su sitio. ¿Qué pasó?

Justo a cien años del nacimiento de FIFA, el futbol sufrió un golpe de estado. La Revolución, sentada en el orden, la contundencia y la disciplina hizo justicia a los que menos tienen pero, concientes de sus limitaciones, mejor saben explotar sus aptitudes.

Hoy, cualquier apuesta es buena. ¿Por qué? Porque se ha probado que se puede ganar sin ser mejor. La calidad ha quedado reducida a una suerte de desempate, y para llegar a él, es indispensable tener el mismo fondo físico y un hambre de triunfo idéntica a la del rival menos técnico. Sólo entonces las figuras podrán decidir un partido y entonces, los equipos grandes volverán a ser campeones.

Mientras esto sucede, la Champions es del Porto, la Libertadores pertenece a Once Caldas y la Eurocopa es propiedad de Grecia.

¿Y ahora qué sigue… la Copa América para México? Mayores locuras hemos visto en 2004.