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El drama de mi hermano menor

Como periodista, comunicador, comentarista, entretenedor o payaso (sírvanse enlistarme en el gremio que consideren mejor se ajuste a mi perfil de analista deportivo) fallo todo el tiempo. 

Tolero que mis fobias condicionen la ecuanimidad de mis comentarios. Mis conocimientos tácticos son más bien limitados. No tengo lo que se dice una capacidad de síntesis brillante. Me trabo más de lo conveniente, mi dicción no es del todo clara y encima, a veces no soy capaz de detectar el talento de excepción. Pero con Marc Andre Ter Stegen no me equivoqué.

Lo conocí a finales de abril en 2011. Si su equipo Borussia Moenchengladbach perdía, certificaba el descenso. Si su rival Borussia Dortmund ganaba, aseguraba su primer Bundesliga en nueve años. Evidentemente, al Gladbach le pasaron por encima, pero gracias a un portero de 18 años y dos partidos como profesional que paró como si fuera el mejor guardameta de la historia ganaron 1-0. Tito Manriquez narró las 16 atajadas de aquel sábado, yo comenté su frialdad y calidad para jugar con los pies.

Desde entonces, cada semana a la hora de revisar mis asignaciones, cruzaba los dedos para que me tocara comentar el partido del Moenchengladbach de Favre, Arango, Reus y sobre todo: Ter Stegen. Cuando en un partido contra el Bayern la paró con el pecho fuera del área y regateó a Robben para salir jugando en corto, decidí hacer oficial ante el micrófono mi sospecha de que ese chico de ya 19 años sería pronto el mejor arquero del planeta.

Cuando de niños descubrimos el futbol le vamos a los jugadores, tanto o más que a los equipos. Vemos en el ídolo a una figura paterna o de idílico hermano mayor que nos invita a mudarnos con él, al menos temporalmente, cuando cambia de club. Luego crecemos y seguimos viendo a los jugadores como gente mayor, aún cuando su fecha de nacimiento sea contemporánea o hasta posterior a la nuestra. Pasan los años e inevitablemente tu súper héroe de en turno se convierte en un hermano pequeño al que disfrutas proteger.

El mejor portero del mundo no juega en su selección. Ni sus lesiones, ni su baja de juego, ni la pérdida de peso del Bayern en la Champions, ni el ridículo sin precedentes en el Mundial, ni el descenso en la Nations League, ni el relevo generacional, ni la cacería de brujas que se cargó para siempre a Mueller, Boateng y Hummels han logrado evacuar a Manuel Neuer de una portería, casi 20 metros cuadrados, donde no caben dos.