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Champions League Fútbol internacional

El Santo Contra los Monstruos

Tres equipos se han repartido las últimas 16 ligas españolas. En proporción: 1 para el Atlético, 5 para el Real Madrid y el doble para el Barcelona.

El de la Juventus con 11, el del Inter con 6 y el del Milan con 2 son los únicos pechos donde han sido bordado los últimos 19 scudettos del calcio.

El Bayern siempre gana la Bundesliga. Las ligas de Portugal, Países Bajos, Rusia, Ucrania y alrededores también son cosa de uno o dos. Así es en casi toda Europa. Y así ha sido siempre.

La final de la Champions League, que es lo que nos trae hasta aquí, ha sido jugada por Real Madrid, Barcelona o Bayern en 11 de las últimas 12 ediciones. De entre ellas, los clubes españoles ganaron cada vez que llegaron hasta ahí. Son los abusivos gigantes del predecible futbol clásico, cuyo único representante que sobrevive tras los cuartos de final es el Madrid.

El futbol moderno es un monstruo de tres cabezas: Chelsea, Manchester City y PSG (hay otros demonios menores, como el RB Leipzig, semifinalista en 2020). Si los clubes clásicos son una especie similar al bando de los técnicos, estos vienen a ser los rudos del cuadrilátero verde: los nuevos ricos que abanderan la frialdad de los tiempos y el músculo del doping financiero.

Es tentador simpatizar con el bando de los estetas, pero en realidad todo lo relativo al Fair Play Financiero y a la alarma por los recursos ilimitados de los equipos-estado busca exclusivamente mantener los privilegios de quienes han abusado del sistema de repartición televisiva, los préstamos bancarios, la venta al gobierno de terrenos deportivos y demás tretas en las que siempre incurrieron los aristócratas para facilitar su estadía vitalicia en los pisos más altos de las tablas de posiciones. La pugna no es entre buenos y malos, sino entre un puñado de egoístas multimillonarios que quieren mantener su estatus y los nuevos vecinos que lo amenazan.

La Champions League ha sido playa virgen exclusiva para clubes clásicos: la tradición, el peso de la camiseta, la mística de sus campos era un acotamiento demasiado elevado para los abominables clubes petroleros, obsesionados en contaminar tan majestuosas aguas. Los recursos, el buen quehacer, el tiempo de aprendizaje y probablemente los estadios vacíos han cultivado el escenario 2021: en el panorama quedan un monstruo tricéfalo y un noble caballero con blanca bandera que, puede servir de rendición… o de estaca para alejar a la incontrolable bestia. Aunque sea un añito más.