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La Roja

Cuna de grandes jugadores en la historia, su selección siempre vivió a la sombra de los gigantes del continente. Organizar el Mundial parecía una ocasión única para darse a conocer al mundo por su futbol y no únicamente por el color de su camiseta, pero La Roja fracasó como anfitriona de Chile 1962. Pasaron los años y se acumularon las vergüenzas hasta que su apuesta por la continuidad del cabezón Nelson Acosta empezó a acercarles mínimamente a su objetivo. En 2007 la federación tomó una decisión que marcaría un antes y un después en el devenir del futbol chileno: nombrar a Marcelo Bielsa técnico de la selección. El efecto no fue inmediato, La Roja arrastraba demasiados fantasmas y complejos acumulados durante décadas. Pero la continuidad derivó en la plantación definitiva de una idea, de un estilo propio que no se discutiría jamás. Una selección tan bien trabajada como Chile no pudo plantar cara a la España de Sudáfrica 2010, que se llevaría el Mundial. Cuatro años después, el mundo había girado lo suficiente para que La Roja le pintara la cara a la otra Roja en Brasil 2014. Después de ese partido Chile fue campeón continental dos veces seguidas. Esa noche, Maracaná impulsó un cambio en los roles: Chile pasó a ser la auténtica, legítima y gigantesca Roja.

Cuna de grandes jugadores en la historia, su selección siempre vivió a la sombra de los gigantes del continente. Organizar el Mundial parecía una ocasión única para darse a conocer al mundo por su futbol y no únicamente por el color de su camiseta, pero la Roja fracasó como anfitriona de España 1982. Pasaron los años y se acumularon las vergüenzas hasta que su apuesta por la continuidad del cabezón Javier Clemente empezó a acercarles mínimamente a su objetivo. En 2004 la federación tomó una decisión que marcaría un antes y un después en el devenir del futbol español: nombrar a Luis Aragonés técnico de la selección. El efecto no fue inmediato, La Roja arrastraba demasiados fantasmas y complejos acumulados durante décadas. Pero la continuidad derivó en la plantación definitiva de una idea, de un estilo propio que no se discutiría jamás. Una selección tan bien trabajada como Chile no pudo plantar cara a la España de Sudáfrica 2010, que se llevaría el Mundial. Cuatro años después, el mundo había girado lo suficiente para que La Roja le pintara la cara a la otra Roja en Brasil 2014. Antes de ese partido España fue campeón continental dos veces seguidas. Esa noche, Maracaná impulsó un cambio en los roles: España dejó de ser la auténtica, legítima y gigantesca Roja.