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Fútbol internacional

No existe un equipo más cool que el Ajax

No existe equipo más cool que el Ajax. Eternamente joven, vanguardista, alegre y ofensivo. En un mundo de camisetas rayadas o lisas; de líneas verticales, horizontales o diagonales; de franjas y cuadritos, nadie diseñó nunca una camiseta tan estética como la del Ajax. Su escudo es también perfecto: apenas once trazos, once curvas imaginativas, abstracción de futbolistas que en armonía diseñan la silueta del suicida que da nombre al club.

Porque a diferencia de Roma, París, Berlín, Madrid, Liverpool, Manchester, Milán, Múnich o Barcelona; el único equipo profesional de la capital neerlandesa ni siquiera requiere ostentar el apellido de la ciudad que representa. Cuatro letras son más que suficientes para embelesar a quien cruce su camino.

A lo largo de los tiempos, el FC Barcelona ha sido el wannabe más aplicado del Ajax. Su filosofía de primero entretener, luego ganar; de dibujar infinitos triángulos en el rectángulo; de salir en corto, presionar y asumir siempre la iniciativa; de invertir y apostar por la cantera son (o fueron) costumbres imitadas, a veces hasta igualadas… pero en ningún caso originales.

El Ajax es distinto al resto porque asume su tragedia como destino irremediable. El colosal Áyax nunca fue herido en batalla y es el único de los héroes de la Ilíada que jamás requirió de asistencia divina para ganar sus guerras. Porque Áyax no era el consentido de los dioses, que solían favorecer a otros guerreros. Cuando le fue negada la armadura de su amigo Aquiles caído en guerra, Áyax se volvió más loco que el Quijote y mató a un rebaño de ovejas a las que en su delirio confundió con enemigos (la diosa Atenea le puso un cuatro). Tan pronto como entró en razón, eligió el suicidio antes que vivir con la vergüenza de haber matado a inocentes corderitos. Era un animalista adelantado a su época, el buen Áyax.

La tragedia del Ajax como club de futbol radica en su resignación a mandar al exilio a sus héroes, cada vez más jóvenes, antes de cosechar la gloria que no paran de sembrar. Los consentidos de los dioses del futbol son y serán otros: más ricos y mediáticos. Pero el equipo valiente, guapo y carismático es el involuntario asesino de ovejas holandesas, cuya impecable armadura tan bien le queda a Edson Álvarez.