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Orgullo Maldito

Carlos Vela podrá tener inteligencia promedio, madurez promedio y ser en definitiva un ser humano promedio. Pero no nos engañemos, está lejos de ser un futbolista promedio.

Expongámoslo así para quienes no lo tengan claro, que son muchos más de lo normal: En Europa se disputan cinco ligas importantes, en cada una compiten 18 o 20 equipos, y en cada club hay entre cuatro y seis delanteros. O sea, aproximadamente 500 atacantes enfrentan cada fin de semana a lo mejorcito que hay en el mercado internacional de defensas. Carlitos Vela, está sin la menor duda entre los 50 grandes delanteros del futbol europeo. Es decir, la élite: ese 10% que separa a los mejores de los buenos.

¿Fuentes? La web especializada Transfermarkt cotiza en 20 millones de Euros su valor en el mercado. Whoscored, otro sitio de Internet de referencia, lo ha mantenido durante una temporada y media en el once ideal de la Liga Española.

Un jugador que está en el top 10 de goleadores y en el top 5 de pases a gol en una liga como en la que juega, no puede ser del montón. Vela será antipático, arrogante, desubicado, borracho y si quieren, más malo que Lucerito; pero desde que llegó a la Real Sociedad hace ya tres temporadas, dejó de ser el futbolista promedio que se reía cada vez que la cagaba. 

¿México tiene a diez Carlos Velas? No. Ni tampoco a cinco… ni a tres. ¿Vale la pena rogarle? Ese ya es otro cantar. Está claro que aún sin él, la sub 23 se las arregló para ganar el oro olímpico. También que con o sin él, el equipo de Miguel Herrera no está para otra cosa en el Mundial que no se trate de intentar vencer a Croacia y Camerún. 

Aún así, veo menos amor a la patria en quienes cruzamos los dedos para sacar bola negra y eludir así el servicio militar, que en un tipo al que no le viene en gana jugar, nadie sabe por qué, en ese prostituido producto que a veces nos orgullece, las más nos avergüenza, llamado Selección Nacional. ¿De qué me ha servido mi orgullo maldito? se lamentan Los Tigres del Norte. Y con razón: se trate de amores o negocios, el orgullo nunca fue rentable.