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Para Saber Ganar

Cuna de la Revolución y la Ilustración, el deporte en Francia siempre se juzgó con recelo, cuando no con altivez. En 1868, la alarmada Comisión de Gimnasia escribió al señor ministro que “los estudiantes franceses no juegan ni se ejercitan y prefieren caminar o charlar a la hora del recreo”. La aristocracia no quería hacer deporte y el resto no tenía tiempo, ni permiso.

A finales del siglo XIX, mientras italianos, españoles, alemanes, argentinos, brasileños o mexicanos nos dejábamos colonizar alegremente; los ariscos galos no querían tener nada que ver con aquel deporte practicado por sus siempre aborrecidos ingleses. Preferían apasionarse con las carreras de caballos y el ciclismo.

A diferencia de Londres, Madrid, Estambul, Roma o incluso Berlín; París es hoy junto a Moscú la menos futbolera entre las metrópolis europeas. El primer equipo en fundarse ahí fue el Club Français, que ganó unos cuantos títulos nacionales, cayó en crisis, descendió y fue abandonado por sus aficionados, tal era el apego de éstos.

Surgieron entonces el Racing (equipo de Albert Camus: primer intelectual que salió del armario para confesar su afición al despreciado futbol) y el Red Star (equipo de la resistencia antifascista). Durante más de un siglo la Ciudad Luz solo tuvo hueco para equipos jodidos de los suburbios. Muy tarde, apenas medio siglo atrás y con la guía del presidente del Real Madrid Santiago Bernabéu, el PSG fue fundado en 1970.   

Sus primeros 20 años fueron dignos del equipo pequeñito que era. El empeño de los empresarios locales apenas se saldó con una liga, un par de copas y una administración al borde de la bancarrota que en 1991 asumió Canal Plus. Para todos los efectos el PSG se convirtió en el equivalente al América en Francia.

Tuvo entonces 15 años de artificial esplendor. Nació el Clásico contra el Olympique Marseille. Llegó el glamour, pero no los títulos. Con excepción de la segunda Liga del club y su único logro continental hasta la fecha: la Recopa, torneo que se disputaba entre los campeones de Copa de cada país.

La televisora entró en crisis, desfundó al equipo, se quedó a un partido de descenderlo en 2008 y tres años después llegó al rescate un pequeño país que, flotando en oro negro, en 2010 se había convertido oficialmente en el más rico del mundo. El mismo que ese año ganó la organización del Mundial y que en 2011 continuó con su costoso plan propagandístico para promocionar su régimen a nivel global. Nada más adecuado que el futbol para mostrar sus músculos.

Al PSG por fin le alcanzó para dominar una liga que le había sido esquiva. Pero al Estado de Catar: el que compró con sobornos la organización del Mundial y que puso su nombre en una camiseta que decía no tener precio como la del FC Barcelona, no le ha bastado comprar a los futbolistas más caros de la historia para obtener lo que quiere.

Esta vez se quedó cerca. Neymar por fin no se lesionó, la pandemia canceló los partidos de visitante que son su talón de Aquiles y en el camino no tuvo más que vencer a equipos joviales como Dortmund, Atalanta y Leipzig.

El último club que pudo ganar la final de la Champions al primer intento fue el Borussia Dortmund en 1997. El PSG volverá porque ya ha hecho lo más complicado: llegar. Como el Liverpool de 2019 aprendió de la derrota en la final del año anterior. Como Chelsea se aferró a su oportunidad en 2012, tras dejarla escapar en la final de 2008. Como el Bayern regresó tras aquella caída en casa contra el Chelsea y perdió cualquier noción de piedad al prójimo. El PSG volverá y volverá más fuerte porque tiene dinero. Y ahora: experiencia.