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Poco ruido, muchas nueces

Hay que ganar como sea, decíamos. Y quienquiera que nos viese yacer presas del pánico en el quinto lugar del hexagonal habría jurado que hablábamos en serio. Ganamos 1-0 en Jamaica y de pronto, lo importante dejó de ser el resultado: que si nada más porque Corona fue el salvador, que si Giovani no da una, que si el Chicharito, el Chepo, esto y lo otro. Somos más rompe huevos que las moscas africanas. Nada nos parece.

La selección está sometida a un escrutinio digno de equipos con la solera de Argentina, Alemania o Brasil, siendo apenas México: una selección cuyo máximo logro es haber alcanzado los cuartos de final en la historia de los Mundiales; en los tiempos en que a este sufrido país le daban el honor de organizarlos. Por lo demás, nunca hemos terminado entre los 10 primeros en la Copa del Mundo y desde 1997 no hemos clasificado al Mundial en primer lugar de la vilipendiada Concacaf. 

México va a sufrir para clasificar al Mundial como siempre. Pero va a clasificar como siempre. En el camino le lloverán críticas al técnico en turno como siempre. Y si el sorteo lo permite, clasificará a octavos de final como siempre. A partir de ahí, dependiendo del rival que toque, puede perder en el cuarto partido como siempre, o escalar un peldaño más para exaltar la muy decente historia de superación que empezó a escribir hace 20 años.

En cualquier caso falta mucho para eso y se decidirá en 90 o 120 minutos, en tres o cuatro jugadas determinadas y determinantes. Lo importante no es bailar a Jamaica ni destrozar a Panamá. La diferencia ya no está en sorprender al mundo en la fase de grupos para luego caer con las nalgas al sol a la hora buena. La mejor lectura de los partidos eliminatorios es que México va invicto y que probablemente así llegue a Brasil 2014. La más importante de las conclusiones sobre el trabajo del Chepo es razonar que ha dirigido 35 juegos y ha perdido tres, ninguno de ellos partido oficial. 

Aceptemos que nuestra selección es y ha sido un equipo de medio pelo. Aspiremos a que deje de serlo, pero mientras tanto, abstengámonos de exigirle que sea lo que todavía no es, lo que nunca ha sido. Que siga empatando o ganando 1-0 todos los partidos. Pero eso sí: que mantenga la costumbre a la hora del Mundial.