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¡Qué bueno que volviste!

Ahora sí se percibe: Está a punto de llegar. La TV y los periódicos pueden cansarse de intentar levantar nuestra expectativa haciéndonos la tarea de contar por nosotros los días que restan para el gran evento, pero incluso después del sorteo, con los grupos ya formados, el Mundial luce lejano, distante, remoto.

Pasan las noches y sigue faltando un montón de tiempo. ¡Ciento y pico días! Nuestro Mesías, aquel que se asoma cada cuatro años, para esfumarse de nuevo al cabo de un mes, aún tardará en iluminar nuestras vidas.

Por si fuera poco, esta vez no tenemos en qué distraer la espera porque el guión de las grandes competiciones europeas está escrito desde diciembre: Barcelona, Bayern, Chelsea, Juventus y Lyon repetirán como campeones de liga. Hasta ver al Madrid comiéndose seis goles parece rutinario.

Y de pronto: estrellas que forman un balón eclipsan al sol de cada amanecer. Sí, casi nos habíamos olvidado de su existencia pero aquí está de nuevo.

Nos hace la misma jugarreta todos los años: se desaparece en el momento menos oportuno, justo cuando nos acostumbrábamos a ella, a salir temprano de clases, o a alargar nuestra hora de comida de cada martes y miércoles. “Vuelvo a finales de febrero, señores. No pregunten por qué”. Y nos quedamos con la miel entre los labios, saboreando los duelos de octavos de final de la Champions League.

Hay que ver Chelsea – Barcelona simplemente porque chocan los mejores equipos de los últimos dos años; Milan – Bayern es imperdible sólo por el peso de sus camisetas, tan grande que pienso que por primera vez en la historia podrían ganar dos equipos en una misma cancha; Arsenal – Real Madrid es obligatorio porque… mhhh… por… ¡no se por qué!

Llegó la hora del futbol de verdad. Un juego en su máxima expresión que ni la anhelada Copa del Mundo podrá brindarnos. ¡Qué bueno que volviste, Champions!