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Renovar o morir

No hay una pluma lo bastante virtuosa como para redactar un texto que le haga honor a Pep Guardiola. Tendría que existir un tipo como él en el periodismo deportivo y afortunadamente los genios, aparte de nacer cada cien años, suelen dedicarse a cosas más provechosas que a escribir columnas deportivas. Pero bueno, haré el ridículo que no será la primera vez.

Durante más de 100 años ser aficionado del FC Barcelona equivalió a estar predispuesto a la tragedia. A desempeñar el rol de víctima en una trama donde por bien que fueran las cosas, siempre terminaban por volcarse. Un club de futbol vistoso y grandes jugadores programado para autodestruirse continuamente.

Hasta que vino Él y alteró el gen blaugrana. Extirpó el histórico victimismo, acabó con la perpetua propensión a la fatalidad, y mutó al equipo acomplejado en el multicampeón sin miedo a nada, en el gigante que jamás se rinde, en un club inmune a la desgracia porque Pep siempre se las ingenia para lograr que, entre más coman sus artistas, más hambre tengan. 

Trabajador incansable, dedicado las 168 horas de la semana a perfeccionar la perfección. No vaya a ser que alguien le agarre el modo a su equipo. Sin él, Messi sería de todos modos el mejor jugador del mundo. Pero nadie se atrevería a situarlo entre los grandes de la historia. Xavi e Iniesta serían futbolistas cotizados, pero ni en sueños campeones del mundo. En la repartición de obligaciones dentro del campo Guardiola los reinventó a todos. 

No hay mayor dicha como aficionado que vivir con la certeza de que, por nebuloso que luzca el panorama, nada puede salir mal. No mientras esté Él. Si no renueva, el futbol perderá para siempre al mejor equipo de futbol que verá nunca. Quienes no lo crean, esperen a que Él se vaya, y deje la chapa abierta para que el caos vuelva a reinar en su lugar preferido: el Camp Nou.

Guardiola ha ganado 13 de los16 títulos que ha disputado, y en un par de meses serán por lo menos 14. Pero la grandeza de sus triunfos no está en el qué, ni en el cuántos, sino en el cómo. Con todo y todo, sería una locura afirmar que es algo así como un dios. Porque por increíble que sea, podemos estar seguros de que Pep existe.