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Saber perder

Cruz Azul ha hecho de la derrota un arte. Hace tiempo agotó todas las maneras posibles de perder: justa e injustamente; por goleada o por penales; queriendo y sin querer; con gol de defensa, medio, delantero o portero; sufriendo estocadas al primer o al último minuto; por las buenas, por las malas y hasta por default. 

A Cruz Azul lo caracteriza el fracaso. Porque hasta sus excepcionales triunfos han llevado de forma tácita el sabor de la derrota. Ganar la Copa MX será un desprestigio hasta que la jueguen todos los equipos, incluyendo a los mejores. Más aún si en la final vences al Atlante por penales. Salir campeón de Concachampions con dos empates y el autobús atrás tampoco es ganar, lo que se dice ganar.

En el impredecible y azaroso ecosistema del futbol mexicano, la única certeza es que antes o después Cruz Azul va a naufragar. Su corazón se petrificará con la rapidez del cemento, las piernas le temblarán hasta inmovilizarse como el concreto. Más que su destino ineludible, es su seña de identidad y hasta la razón de ser de un equipo que nació grande pero que pronto dejó de crecer. 

Cruz Azul tiene un doctorado consumado en derrotas. Los conceptos frustración, fracaso, fallo, chasco, derrumbe, desmoronamiento, infelicidad, descalabro, desilusión, desengaño, fiasco, decepción, revés, infortunio, desgracia, desdicha, desastre, fatalidad, tragedia, catástrofe o ruina son tan familiares al Cruz Azul como escoba y recogedor al barrendero.

Por eso las deplorables imágenes de la bronca en contra de los futbolistas del Alajuelense hacen especial ruido. No es primera vez que los futbolistas celestes son presas del ardor y la necesidad de desquite tras cruzazulearla. ¿Será posible que a estas alturas y tras tantas derrotas, Cruz Azul aún no sepa perder?