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Snif snif

El futbol es más difícil de entender que las viejas. Nada garantiza que México, si clasifica, esté destinado a pasar vergüenzas en Brasil 2014. Todo lo contrario. Hace un año México logró la conquista más importante de su discreta historia balompédica. Héroes como Corona, Mier, Reyes, Gio y Salcido fueron titulares en la debacle de Columbus. Otros como Peralta y Herrera entraron de cambio. A Fabián y a Aquino les han dado oportunidades de sobra. Jiménez, Vidrio y compañía también han tenido sus chances. El futbol tiene esos misterios: en 2012 eres dios y en 2013 te conviertes en caca de perro. 

Sabes que verdaderamente has tocado fondo cuando te encuentras a ti mismo exprimiéndote los sesos para deliberar en los últimos 30 minutos del Honduras–Panamá cuál es el resultado que más le conviene a tu selección. ¿Era mejor que Honduras ganara para que no nos pasara Panamá? ¿El empate estuvo bien para que México aún opte matemáticamente al tercer puesto en detrimento de Honduras? Eso es incluso más patético que no ir al Mundial.

Francia e Inglaterra no fueron a la Copa del Mundo de EU 94, Portugal no estuvo en Francia 98, Holanda no se hizo presente en Corea-Japón 2002. Y ¿saben qué? No pasó nada. A los cuatro años las selecciones retomaron el nivel que les pertenece. El Mundial siempre será el Mundial, mientras de preferencia no fallen Italia, Alemania, Brasil o Argentina. En Sudáfrica 2010 el anfitrión quedó eliminado al quinto día, dando al traste con la leyenda conspiratoria de que el organizador debe avanzar cuando menos a octavos de final.

No crean en el mito orvañanesco de que “el aficionado mexicano es el que más viaja a los mundiales, después de Brasil. Y ahora que el Mundial es en Brasil, la organización se quedaría sin sus dos grandes migraciones masivas de cada cuatro años.” No se preocupen, de verdad. Los estadios, hoteles y bares, con o sin nosotros, igual estarán hasta el tope. La verdad es que salvo los medios y las agencias de viaje, si es que con esto del Internet todavía existen, no habría ni quien nos llore.