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Tan sólo un resbalón

John Terry tenía que ser el héroe. El símbolo de un Chelsea que lo ganó todo menos la Champions League, el capitán que salvó con el más oportuno de los cabezazos el gol de Giggs, el que habló antes que nadie al término del tiempo extra para apuntarse como el quinto ejecutor de los tiros penales. Cuando falló Cristiano Ronaldo, Terry se vio anotando el penal de la victoria. Desde el lunes lo había decidido: fuerte y bajo, al lado derecho.

Cuando llegó el momento, caminó sereno hacia el punto penal, escupió sin saliva, se acomodó bien arriba de la manga el gafete de capitán con el que levantaría la primera Champions de su Chelsea, esperó con las manos en la cintura la posición de Van der Sar, dio tres zancadas, atoró firme su zapato izquierdo en el húmedo césped y dejó muerto al portero holandés, quien se lanzó al otro lado. 

Cobró con tanta frialdad que aún le tomó un par de minutos calentar su sangre y asimilar la gloria entre los abrazos y las torpes caricias de sus compañeros. La foto en donde festeja junto a Frank Lampard quedará tatuada en nuestras mentes.  El mediocampista se lo había prometido a su recién fallecida madre y cuando anotó el gol del empate supo que Moscú tendría un azul desenlace. Así estaba escrito desde el inicio.

Y hoy me acuerdo como tantos otros aficionados y periodistas en todo el mundo, del pobre Mourinho y lo mal que se la debe estar pasando mientras Avram Grant cosecha su siembra. Otros tantos ironizan en los periódicos que el técnico israelí haya igualado en seis meses de trabajo, la colección que le llevó a Sir Alex Ferguson 23 sufridas temporadas: una Copa de Europa. 

Pocos reparan en Ten Cate, el asistente de Grant, que suma ya dos Copas de Europa en tres años. La mayoría no tiene piedad con Cristiano Ronaldo, ahora miembro honorífico del club de estrellas incapaces de sumar títulos colectivos. Otros van más allá, y le arrebatan al villano de la Champions sus credenciales de favorito para ganar el Balón de Oro. Nadie en absoluto se cuestiona: ¿Y si Terry se hubiera resbalado?

Un resbalón lo cambia todo. Te hace perder a la mujer que amas, te deja en muletas justo dos días antes de vacaciones, te hace fallar un penalti que transforma la historia. Y entonces lo darías todo a cambio de regresar a ese absurdo instante; para evitar la tentación de la rubia que te hizo resbalar, fijarte ahora sí en el escalón donde tropezaste, enterrar bien el pie de apoyo antes de lanzar el penal más importante de tu vida… y la de miles de fanáticos. 

Terry y los seguidores del Chelsea no podrán escapar nunca de ese recuerdo. Nosotros sí, porque los accidentes se difuminan rápidamente en la mente de los no implicados. Hoy ya hemos olvidado quiénes estrellaron los dos balones en los postes de Van der Sar ¿o fueron tres? Bastará una nueva final, la de Roma 2009, para que el detalle mismo de los postes se haya evaporado. 

El resbalón de Terry, tan fresco hoy, pronto cederá ante el solitario recuerdo del Manchester campeón y tres, tal vez cuatro de sus figuras. Ni siquiera el nombre del accidental subcampeón podrá salvarse de nuestra memoria traicionera.