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Barak

Tiempos modernos

Termina el primer tiempo del partido del PSV. Un gol de Dumfries en obvio fuera de lugar que dilató más de un minuto en ser anulado por el VAR me deja de mal humor. A la derecha de la cabina de transmisión, el Atlético de Madrid lucha por remontar al Athletic Club; en el monitor de la izquierda, dos tipos se baten en el octágono con las piernas entrelazadas. 

«Hay tres novedades que me avergüenzan del deporte», le comento a mi compañero en cuanto salimos del aire. «El VAR, la UFC y los Egames» (me refiero a los eSports, pero así me sale). 

De niño los sábados, cortesía de XHTV canal 4, eran mi día fetiche. Arrancones a las 2 de la tarde, después Lucha en Patines, seguido a las 4 por Lucha Libre Femenil (Tina Ferrari, la Española Roja, Ninotchka… en voz del Doctor Morales y el Rudo Rivera). Todo como exquisito preámbulo al juego del Cruz Azul a las 4:50. Ojo, que ese sí era el Cruz Azul, MI Cruz Azul. El de Antonio Taboada, del que estaba convencido se trataba del mejor lateral izquierdo del país. El Cruz Azul de Víctor Ruiz, un dios ya a la altura de Pedro Duana y Porfirio Jiménez.

No es que fuera imbécil, solo sufría la ceguera que victimiza a cualquier niño. Creía, por ejemplo, que mi mamá era la mejor del mundo. Que no había nadie como ella en ninguna casa, en ninguna parte del universo. Porque era la única que conocía y, como con los futbolistas, no tenía referencias geográficas o históricas para calibrar científicamente su calidad. Y bueno, luego crecí y, con algo de mundo y perspectiva, me di cuenta de que mi madre estaba por ahí, al nivel de Taboada. 

Cuando viajamos al pasado, sin embargo, no nos llevamos nuestros ojos de adulto sino las románticas gafas del niño, con su prisma ignorante y desinformado. Ahí radica nuestro idealismo que, generación tras generación, nos conduce a la inequívoca certeza de que el pasado fue mejor.

«Hay tres novedades que me avergüenzan del deporte: el VAR, la UFC y los eGames». A mi compañero y narrador del partido del PSV le brilla la mirada, sonríe de oreja a oreja: ha encontrado un camarada. Suscribe cada una de mis palabras. Su júbilo no me agrada, de hecho me destripa. Mi alma gemela tiene como 70 años y yo, con apenas la mitad, ya soy uno de los suyos.