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Periodismo Deportivo

Varvaridades

El juego es una abstracción de la vida. Y en ésta nos la pasamos cagándola. No escuchamos a nuestros padres, no ahorramos para el retiro, compartimos secretos con quienes no son dignos de confianza, decimos «hubieron» en lugar de hubo, enviamos mensajes de whatsapp al grupo equivocado… 

La reflexión es tan sencilla como contundente: si en el futbol no hubiera errores, sería imposible anotar goles. ¿Imaginan un entrenador que diera en el clavo en cada alineación? ¿A un delantero que no fallara un disparo? ¿O un comentarista que acertara en todas y cada una de sus opiniones? Estaríamos ante una distopía donde una app corregiría o prevendría cada metedura de pata. Y nadie quiere eso. ¿Por qué entonces incidimos tanto en el error arbitral? ¿Por qué queremos controlarlo? ¿Por qué no lo aceptamos con la naturalidad con que digerimos la pifia de un portero imbécil? 

A más de un año de que el VAR entrara a nuestras vidas, nada ha mejorado el futbol. Ahora, además de árbitros y jugadores tenemos un invitado que está ahí pero al que no vemos. Que así como se mete a interrumpir la fiesta generando el anticlímax perfecto, luego parece ir al baño en momentos donde su ausencia resulta inexcusable. Suele tardar minutos en resoluciones que los demás determinamos en segundos y, al final del día, no ha sido sino un filtro de dudosa capacidad para purificar las malas decisiones. 

Todas las reglas del futbol, salvo las referentes a línea de gol y fuera de lugar no pasivo requieren la interpretación del árbitro para ejecutarse. Y todo lo que ha hecho el VAR en este amplio universo de jugadas que el reglamento sostiene en área gris, es desplazar la interpretación del que está en el campo a la interpretación de quien está sentados frente a un monitor. No han sido pocas las veces que se ha interrumpido el juego tras una buena decisión arbitral, para derivar en una injusticia por mala interpretación del video.

Antes tragábamos con los errores del árbitro por la justificación de su ceguera. ¿Quién no se compadece al final de los ciegos? Ahora, en cambio, estamos ante múltiples partidos donde, a pesar de que se pueden ver y se ven, infracciones dignas de expulsión, penal o gol anulado; se ignoran sin que alguien entienda por qué. Lo que el VAR nos ha traído es la indignación que generan los peores ciegos: aquellos que no quieren ver.