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Fútbol mexicano Mexicanos en Europa

Volver, volver

Duele digerir que Guillermo Ochoa tenga 34 años. Debe haber algún error. Quienes le vimos debutar a los 18 (con el lúcido apodo de «el Periodista», cortesía del Perro Bermúdez), hacer olvidar a Adolfo Ríos, mandar a casa a Sebastián Saja con todo y Ruggeri, hacerle paradas imposibles a todo aquel que no fuera el atlista Andrés Guardado, brillar en tres Copas Libertadores, entrar en la lista oficial de nominados al Balón de Oro 2007…

¡Momento! ¿Dije dos mil siete? ¡Si ese fue el último año en que el Balón de Oro no lo ganó Messi, ni Cristiano… ni Modric! ¿Tanto tiempo ha pasado? ¿Será posible? Si Paco Memo ya tiene 34, quiere entonces decir que yo, que lo entrevisté hace tanto tiempo, ya tengo ¡¡¡37!!! 

Pero es verdad. Memo Ochoa ha vivido ya una tercera parte de los años de Nacho Trelles y acumula dos tercios de vida del Conejo Pérez. Ya vivió en la idílica Córcega, en la lujosa Málaga, en la mística Granada y en la nublada Lieja. Ya tuvo tres hijos, se cortó el pelo, le volvió a crecer, actuó en la Familia Peluche y estuvo en cuatro Mundiales.

Memo lo intentó, ¡vaya que lo intentó! Durante ocho años ha tragado banca, goles, descensos, fichajes imaginarios… y ahí sigue a sus 34 años, aferrado a cumplir su sueño y el de un puñado de millones que le idolatran. Y el de otros tantos que hace rato despertamos del sueño de ver a Jorge Campos triunfar en Europa. 

Es normal que Memo Ochoa sea necio. En el mejor momento de su carrera, el Mundial 2006, le tocaba a Oswaldo Sánchez. Pero cuatro años después, cuando ahora le tocaba a Memo, se lo saltó Óscar Pérez. Para 2014 era el momento de Corona, parecía que Ochoa estaba condenado a ser suplente eterno de cada Copa del Mundo y… lo que ocurrió en Brasil y luego en Rusia necesitan que se los cuente.      

Es normal que el América sueñe con Ochoa. Es natural que el periodismo reclame su regreso. Pero también es obvio que la Ciudad de México que tanto le reclama cada vez tiene menos encantos. Y está claro que a Ochoa no le gustan las salidas fáciles… el problema es que la salida de emergencia, la del América, parece esta vez la única puerta.