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Brasil y México

Cursaba tercero de primaria. Tenía meses con las tablas de multiplicar memorizadas y era incapaz de llenar mi álbum Panini con estampitas compradas en Helados Holanda. México ’86 me había tomado desprevenido y en mi mente aparecía tan lejano como el descubrimiento de América, pero ahora el momento había llegado y ni el temible monstruo de la raíz cuadrada que amenazaba con asomarse en el siguiente curso, quebrantaría la ilusión de mi primer Mundial. Sabía que Italia ganaría, estaba convencido. Nunca oí hablar de Paolo Rossi, o de Dino Zoff… en los recreos yo era Walter Zenga. Lo malo es que Italia ’90 fue horrible y encima Caniggia y Goicoechea se encargaron de enseñarme que en el futbol no existen certezas.

Doce años después comprendí que los mundiales se suceden mucho más rápido de lo que uno cree cuando niño y había olvidado cómo se calculaba una raíz cuadrada. Pero hay cosas que no cambian y volví a fracasar en el intento de llenar un álbum al que le faltaban tres jugadores ingleses, a soñar con un gran Mundial y a sostener que nadie que no fuera Francia, Italia o Argentina sería capaz de ganarlo. Pero Corea-Japón 2002 fue aún peor que Italia ’90, y mis tres candidatos hicieron poco menos que el ridículo.

Hoy se que Brasil ganará el próximo Mundial. Nunca vi a una selección tan favorita en la antesala de una Copa del Mundo. No por estar en el primer escalón, sino porque a un año de Alemania 2006 nadie se trepa al segundo: Francia es un nostálgico recuerdo de lo que llegó a ser; Argentina está plagada de jugadores de medio pelo; Alemania tiene la generación más torpe de su historia; España, Holanda e Inglaterra no saben ganar y a Italia ya se le olvidó.

La mitad de las selecciones de la pasada Copa Confederaciones tenía a algún brasileño en su alineación; Sao Paulo y Atlético Paranaense destrozaron a sus rivales con sendos 5-2 para alcanzar la final de la Copa Libertadores: El yugo de Brasil es tan sofocante que se permite abastecer con su producto a otros países, de la mano del multiculturalismo, y disfrutar de una final continental entre el 15º y el 22º de su liga.

Es verdad que el futbol mexicano ha alcanzado un nivel del cual podemos sentir orgullo. Pero también lo es que para trascender no basta con ganar… también hay que saber cuándo ganar. La selección derrotó a Brasil pero fue incapaz de vencer a un rival con un hombre menos durante una hora de juego. Ellos salieron primeros y nosotros cuartos.

Guadalajara humilló a Boca y después no supo pelear contra el peor equipo de la liga brasileña. Boca quedó eliminado y Chivas también.

No es la manía de Conmebol, pues los mismos primates que suspendieron a Adolfo Bautista, decidieron arrastrar al Paranaense 700 km lejos de su gente para ejercer de locales en la final, sin importarles que su estadio sea de lo mejor del continente.

El futbol brasileño nació para ganar y sigue en ello. El nuestro nació para merecer ganar, y con eso se conforma.