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Verde será, verde ya es

Si se tratara de un puesto de elección popular, la abstención perdería por primera vez en este país. Yo habría votado por Jesús Ramírez o por Bruce Arena, al menos para que mantuvieran su registro. Pero aquí no aplica el voto por voto. Ya bastante hicimos arreglándonosla para que AMLO no fuera presidente; ahora de Hugo Sánchez no hay quien nos libre.

Es Hugo. Aunque se enoje mi amigo André Marín. El nuevo seleccionador es él y nada más que él. ¿De veras alguien lo duda?

Desde que nos dijeron que de inicio eran 15 los candidatos para sustituir a Ricardo Lavolpe, estaba claro que eran Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo, Hugo y por supuesto: Hugo.

Pero ahí tienes cada semana a cinco eruditos reunidos en la Federación para hablar de los novios de sus hijas y luego salir a conferencia de prensa e informarnos que la lista se redujo a siete candidatos, a cuatro, a dos. ¿Cuál es la necesidad de tomarnos el pelo?

La cosa es tan sencilla como admitir, nos guste o no, que le toca a Hugo. No por el bicampeonato de Pumas, sino simplemente por llamarse Hugo Sánchez. ¿O acaso necesitaron Klinsmann, Dunga o Van Basten picar piedra en el Atlético Zumpango de en turno para dirigir a sus selecciones? ¡No! Nadie tuvo que salir a justificar su nula experiencia como entrenadores… su nombre fue más que suficiente.

Ya sé lo que están pensando: Una cosa es Alemania, Brasil y Holanda que mantendrán su nivel cualquiera que sea su entrenador y otra cosa muy distinta es México. Pues yo les digo que es lo mismo.

Partamos de dos bases: si hacemos entrenador al primer paisano que pase por la esquina, de todos modos calificaremos al Mundial. Y ya en Sudáfrica, cualquier técnico escogido al azar nos pondría de nuevo en octavos de final.

Entonces el problema se reduce a ese pinche juego: 90 minutos cada cuatro años que nos amargan la existencia y de paso reflejan lo mal que se hacen las cosas en el futbol mexicano. Llegados a este punto, ¿qué más da quién sea el entrenador?

Seamos claros: por simple probabilidad estadística, a México ya le toca jugar el mentado quinto partido. Y Hugo tiene tan buena suerte que será justo con él: Ese día ganaremos en penales, nos tocará un rival a modo, ¿qué sé yo?

Y aunque luego perdamos por goleada en cuartos de final, Hugo podrá presumir que su equipo fue el mejor en la historia de los mundiales. Y entonces sí no habrá forma de aguantarlo porque encima, tendrá razón.